¿Qué ha ocurrido en nuestro Planeta para que haya consciencia de sí misma? ¿Hasta dónde hemos sido capaces de comprender el proceso que lo permite? Consideraciones como éstas han propiciado “El Guiño de los océanos. Amémonos, Amándolos”.
El mar que cubre la mayor parte de la superficie de este Planeta, que sin embargo llamamos Tierra, nos puede ayudar eficazmente a contestar esas preguntas. Los mares participan, por ejemplo, en el complejo proceso de la interdependencia de todo lo que se manifiesta regulando el clima, aportando más de la mitad del oxígeno que es necesario para que la evolución continúe, siendo capaz de, constantemente, obtener información que permita la homeostasis, algo fundamental, toda vez que una variación de unos pocos puntos porcentuales más en la cantidad de oxígeno de la atmósfera podría llevar a que el planeta acabase envuelto en llamas, mientras que menos oxígeno en el aire llevaría consigo la desaparición de la vida que conocemos. En la regulación de la cantidad de oxígeno las diatomeas son determinantes y han hecho gala de una gran eficacia en momentos de gran estrés como en los momentos de los grandes impactos que ha sufrido la Tierra después de haber empezado el proceso orgánico. Los sistemas complejos, como el Universo todo o la vida, se autorregulan. En el caso de los procesos que no tienden al caos, como es la vida que evoluciona a cada vez niveles mayores de complejidad en los que la información es imprescindible para evitar la quiebra del proceso, es determinante tenerlos en cuenta.
Hasta la aparición de los humanos no hubo alteraciones de este proceso, sin embargo, ahora, la evolución parece dar señales de que los habitantes de este Planeta tenemos que colaborar eficazmente comprendiendo qué es esto de vivir y hasta dónde nuestras intervenciones son posibles.
Esta película documental quiere contribuir al proceso de compartir información que, tal vez, inspire la necesaria comprensión para no truncar la evolución de la vida.